JUICIO POR UNA MASACRE / Las conclusiones / JAMAL ZOUGAM
«El cabeza de turco», víctima de un «invento del marketing policial»
El letrado José Luis Abascal impugna las pruebas que sirvieron para reconducir la investigación hacia el islamismo en las horas siguientes al 11-M
JOAQUIN MANSO
MADRID.- Ni reconocimientos en los trenes, ni Renault Kangoo, ni mochila de Vallecas, ni las tarjetas de los teléfonos. La defensa de Jamal Zougam, detenido por los atentados del 11-M sólo dos días después de la matanza, exigía impugnar algunas de las principales pruebas sobre las que se sostuvo la autoría islamista de la matanza en las horas inmediatamente posteriores. El órdago del letrado José Luis Abascal fue a la grande.
Abascal repasó el desarrollo de las investigaciones policiales que se desarrollaron antes de las elecciones, y consideró que su patrocinado fue «el cabeza de turco que se le ofreció a esta sociedad», víctima de un «invento de marketing policial» sobre el que la Fiscalía habría hecho «un ejercicio de funambulismo acusatorio».
El letrado comenzó recordando que no existe ningún rastro de Jamal Zougam en ninguno de los principales escenarios del crimen: ni en Morata ni en Leganés, ni en el Kangoo ni en el Skoda, y que todos los procesados por el 11-M aseguran no conocerlo.
Negó que el principal reconocimiento que le sitúa en los trenes en la mañana de la masacre se produjese antes de que su foto se hubiese difundido en los periódicos. Al contrario, expuso que tuvo lugar el día 15, y acusó a la Policía de enmendar a mano esa fecha. También afirmó que el testigo, en una primera declaración que le fue tomada el día 12, dijo que no pudo observar el rostro de la persona con la que se cruzó en los trenes. Abascal puso en ese momento de relieve la, a su juicio, contradi-cción existente con la «pluscuamperfecta descripción que hizo de la bolsa que llevaba». A esa hora, destacó, la Policía ya conocía el hallazgo de la mochila de Vallecas.
Más aún, destacó lo que él llamó su «contradicción fundamental»: que aseguró haber visto al supuesto islamista en el centro del piso inferior, mientras que la bomba estalló en un extremo del segundo piso.
Del resto de reconocimientos, insistió en que todos ellos se produjeron después de que la fotografía de Jamal Zougam copase portadas de periódicos y abriese telediarios, y siempre a falta de que el testigo ofreciese una descripción física previa.
Abascal fue especialmente insistente en reclamar la nulidad de las diligencias en torno a la Renault Kangoo. Su principal argumento es que «no existe un acta de inspección ocular que acredite que todo lo que apareció en la Comisaría de Canillas estaba ya en Alcalá», y que los guías caninos no se explican cómo es posible que los perros no olfateasen nada y luego apareciese allí un cartucho de Goma 2 ECO.
La principal prueba que llevó a la detención de Zougam fue la tarjeta que apareció en la bomba desactivada en la mochila de Vallecas. Sobre ésta, hizo hincapié en que los Tedax examinaron dos veces todos los bultos del tren de El Pozo sin que apareciese, y en las escasas garantías que ofrece su cadena de custodia.
Donde más se aplicó Abascal fue en intentar desmontar el relato policial sobre la aparición de la tarjeta supuestamente vendida en el locutorio de Zougam. Aquí apareció el concepto de «marketing policial», del que acusó al jefe de la Unidad Central de Apoyo Operativo, Enrique García Castaño (la supuesta fuente de Díaz de Mera), y al policía de origen sirio Maussili Ayman Kalaji.
Según dijo, hasta el día 15 no existe constancia en el sumario de la aparición de la tarjeta telefónica. Sin embargo, sostuvo, existió una investigación paralela a la judicial, dirigida por García Castaño con la ayuda del jefe de seguridad de Amena. Resaltó que la tarjeta en cuestión fue vendida al bazar indio Sindhu Enterprise en un lote de 30 por un mayorista de Bilbao. Era la primera operación comercial entre ambos. Casualmente, la primera de Sindhu en la que constaban los números de las tarjetas.
ARGUMENTOS DE SU DEFENSA
El testigo que lo reconoció antes de que su foto apareciese en los periódicos lo hizo en realidad después, el día 15 de marzo.
No existe ningún rastro de ADN ni de ropa de él ni en Morata, ni en Leganés, ni en la Kangoo, ni en el Skoda, y todos los acusados aseguran que no lo conocen.
«El cabeza de turco», víctima de un «invento del marketing policial»
El letrado José Luis Abascal impugna las pruebas que sirvieron para reconducir la investigación hacia el islamismo en las horas siguientes al 11-M
JOAQUIN MANSO
MADRID.- Ni reconocimientos en los trenes, ni Renault Kangoo, ni mochila de Vallecas, ni las tarjetas de los teléfonos. La defensa de Jamal Zougam, detenido por los atentados del 11-M sólo dos días después de la matanza, exigía impugnar algunas de las principales pruebas sobre las que se sostuvo la autoría islamista de la matanza en las horas inmediatamente posteriores. El órdago del letrado José Luis Abascal fue a la grande.
Abascal repasó el desarrollo de las investigaciones policiales que se desarrollaron antes de las elecciones, y consideró que su patrocinado fue «el cabeza de turco que se le ofreció a esta sociedad», víctima de un «invento de marketing policial» sobre el que la Fiscalía habría hecho «un ejercicio de funambulismo acusatorio».
El letrado comenzó recordando que no existe ningún rastro de Jamal Zougam en ninguno de los principales escenarios del crimen: ni en Morata ni en Leganés, ni en el Kangoo ni en el Skoda, y que todos los procesados por el 11-M aseguran no conocerlo.
Negó que el principal reconocimiento que le sitúa en los trenes en la mañana de la masacre se produjese antes de que su foto se hubiese difundido en los periódicos. Al contrario, expuso que tuvo lugar el día 15, y acusó a la Policía de enmendar a mano esa fecha. También afirmó que el testigo, en una primera declaración que le fue tomada el día 12, dijo que no pudo observar el rostro de la persona con la que se cruzó en los trenes. Abascal puso en ese momento de relieve la, a su juicio, contradi-cción existente con la «pluscuamperfecta descripción que hizo de la bolsa que llevaba». A esa hora, destacó, la Policía ya conocía el hallazgo de la mochila de Vallecas.
Más aún, destacó lo que él llamó su «contradicción fundamental»: que aseguró haber visto al supuesto islamista en el centro del piso inferior, mientras que la bomba estalló en un extremo del segundo piso.
Del resto de reconocimientos, insistió en que todos ellos se produjeron después de que la fotografía de Jamal Zougam copase portadas de periódicos y abriese telediarios, y siempre a falta de que el testigo ofreciese una descripción física previa.
Abascal fue especialmente insistente en reclamar la nulidad de las diligencias en torno a la Renault Kangoo. Su principal argumento es que «no existe un acta de inspección ocular que acredite que todo lo que apareció en la Comisaría de Canillas estaba ya en Alcalá», y que los guías caninos no se explican cómo es posible que los perros no olfateasen nada y luego apareciese allí un cartucho de Goma 2 ECO.
La principal prueba que llevó a la detención de Zougam fue la tarjeta que apareció en la bomba desactivada en la mochila de Vallecas. Sobre ésta, hizo hincapié en que los Tedax examinaron dos veces todos los bultos del tren de El Pozo sin que apareciese, y en las escasas garantías que ofrece su cadena de custodia.
Donde más se aplicó Abascal fue en intentar desmontar el relato policial sobre la aparición de la tarjeta supuestamente vendida en el locutorio de Zougam. Aquí apareció el concepto de «marketing policial», del que acusó al jefe de la Unidad Central de Apoyo Operativo, Enrique García Castaño (la supuesta fuente de Díaz de Mera), y al policía de origen sirio Maussili Ayman Kalaji.
Según dijo, hasta el día 15 no existe constancia en el sumario de la aparición de la tarjeta telefónica. Sin embargo, sostuvo, existió una investigación paralela a la judicial, dirigida por García Castaño con la ayuda del jefe de seguridad de Amena. Resaltó que la tarjeta en cuestión fue vendida al bazar indio Sindhu Enterprise en un lote de 30 por un mayorista de Bilbao. Era la primera operación comercial entre ambos. Casualmente, la primera de Sindhu en la que constaban los números de las tarjetas.
ARGUMENTOS DE SU DEFENSA
El testigo que lo reconoció antes de que su foto apareciese en los periódicos lo hizo en realidad después, el día 15 de marzo.
No existe ningún rastro de ADN ni de ropa de él ni en Morata, ni en Leganés, ni en la Kangoo, ni en el Skoda, y todos los acusados aseguran que no lo conocen.
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