lunes, 2 de julio de 2007

El ejemplo de Londres




A SANGRE FRIA
 
El ejemplo de Londres
 
DAVID GISTAU

La sesión de ayer fue más bien rasante. Casi una transición hacia el desenlace del próximo lunes, que se reserva a modo de pirotecnia final los alegatos de las defensas de Zougam y 'El Egipcio' y el turno de última palabra, del que albergamos la esperanza de que Zouhier se despida de su público con un striptease. Pero ayer fueron protagonistas el presunto arquitecto de la Red Tigris, Larbi ben Sellam, y dos personajes menores: Iván Granados y Slimane Aoun.

El primero, con sus cejas como las alas de un murciélago, parece otro juguete roto de los que entraron en la órbita fatal de Suárez Trashorras, y que en los interrogatorios se vino abajo como lo habría hecho Homer Simpson: porque le ofrecieron un trozo de pizza a cambio de la declaración adecuada. A diferencia de los chicos de Trashorras, Granados superó el miedo al minero y se negó a hacerle uno de los viajes de los explosivos. El segundo, Slimane Aoun, el procesado que lloró, ayer estuvo al borde del desmoronamiento cuando escuchó su alegato, confirmando que es el menos cuajado y el más afectado por las presiones del proceso.

En realidad, y aunque su relación con la masacre del 11 de Marzo sea sólo tangencial, el acontecimiento más interesante no tuvo lugar en la Casa de Campo, sino en Londres.

Uno de los argumentos más recurrentes entre quienes manejaban hipótesis alternativas para refutar la autoría islámica de la matanza consistía en decir que el de Madrid era el único atentado atribuido a Al Qaeda o a una célula de sus diversas ramificaciones en que el modus operandi no había incluido terroristas suicidas. Pues bien. La bomba de Londres, que Scotland Yard asocia a Al Qaeda, no iba a ser accionada por un suicida, sino mediante teléfono móvil, como las de los trenes.

Y las conjeturas sobre la autoría de ese atentado fallido perfilan una célula compuesta por hombres integrados en apariencia pero, en realidad ,abducidos por la yihad. O sea, un remedo del comando Lavapiés. Si las ideas preconcebidas no encajan con la realidad, lo que hay que modificar son las ideas. Y entre Londres y Madrid, por no agregar el reciente ataque a nuestras tropas en el Líbano, donde tampoco se inmoló nadie, son ya dos los ejemplos cercanos que demuestran que el integrismo no atenta forzosamente con suicidas.

Que los terroristas eligen vivir un día más aunque sea sólo para dedicarlo a otro crimen. Y que los conocimientos para emplear teléfonos móviles no son tan excepcionales, sino que los comparten todas las células guarecidas intramuros. La comparación con Londres hace aún más plausible el descarte de la organización terrorista ETA. Al menos para quien no se aferre a ideas preconcebidas y blindadas contra las certezas alcanzadas por la vista oral. Claro, que a lo mejor ahora se descuelga alguien con que los coches bomba de Londres los pusieron activistas del IRA disfrazados con turbantes, y ya la tenemos liada.


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