lunes, 2 de julio de 2007

Secreto de actuaciones



Secreto de actuaciones

La prolongación del secreto de la causa no fue un acto inocente.

Luis del Pino


Escuchando la intervención, esta mañana, de Endika Zulueta, en su alegato de defensa de Mohamed El Egipcio, se entiende perfectamente por qué hizo falta mantener el sumario bajo secreto durante los más de dos años que duró la instrucción: si las actuaciones no hubieran sido secretas, hubiera sido imposible que la Policía, la Fiscalía y el juez hubieran vertido impunemente basura según su conveniencia sobre los acusados.
 
Hubiera sido imposible que realizaran, por ejemplo, falsas afirmaciones sobre Mohamed El Egipcio, como que estaba considerado un radical en Egipto (falso), que había hecho el servicio militar como voluntario (falso) y había recibido en él entrenamiento sobre explosivos (falso también). El juez Del Olmo disponía de una comunicación de la Embajada egipcia donde se desmentían todos esos extremos, lo cual no impidió que esas mentiras se arrastraran hasta llegar al juicio, con el único objeto de apuntalar el supuesto radicalismo terrorista de El Egipcio.
 
Si la causa no hubiera estado secreta, alguien habría puesto en duda, antes o después, como hoy ha hecho el abogado de El Egipcio, esa supuesta cuenta de correo electrónico que tiene como fecha de nacimiento del usuario el 11 de marzo y que, en realidad, no existe: de esa cuenta de correo no hay ninguna constancia documental en las actuaciones. Era, simplemente, otra mentira más, con la que se intentaba hacer ver que El Egipcio estaba al tanto de lo que se preparaba.
 
Si la causa no hubiera estado secreta, todas las mentiras sobre las que se ha cimentado la presunta radicalidad de algunos de los imputados, todas las mentiras sobre las que se ha construido la hipótesis de su implicación en los atentados, habrían quedado desmontadas hace ya mucho, lo cual habría impedido continuar con la farsa. Habría bastado, para ello, que los correspondientes abogados hubieran sentido, simplemente, el deseo de hacer valer la presunción de inocencia para sus clientes.
 
La prolongación del secreto de la causa no fue un acto inocente. Respondía al mismo objetivo que la destrucción de los trenes, de las pertenencias de los viajeros o de las cintas de las intervenciones policiales en Leganés: impedir, por todos los medios, que las partes personadas pudieran participar en la averiguación de unos hechos que para nada se correspondían con la historia oficial con la que se ha intentado ocultar a los verdaderos autores del 11-M.
 
¿Se imaginan ustedes lo que habría quedado de la versión oficial si abogados como Zulueta, como Abascal, como Alberca, como Rodríguez Segura o como de Pablo hubieran podido desde el principio tener acceso a la información, solicitar diligencias o cuestionar la versión dada por la Policía?
 
Precisamene para impedir eso fue necesario "investigar" en secreto el mayor atentado terrorista de nuestra Historia: para intentar que nunca se supiera quién lo había cometido.

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