JUICIO POR UNA MASACRE / Las conclusiones / Día 54
Carmen Toro descarga la responsabilidad en Trashorras y asegura que ella estaba «al margen»
MANUEL MARRACO
Siete defensas, siete, expusieron ayer su informe final al tribunal. La de Carmen Toro la presentó como una joven inmadura y engañada por su marido, el ex minero Emilio Suárez Trashorras. La de Otman Gnaoui apuntó, como habían hecho algunas acusaciones, a otros autores y a una instrucción orientada a ocultarlos.
MADRID.- Pasar por inmadura, débil de carácter, de expresión confusa y engañada por su marido, y airearlo además en un juicio televisado no es nada si sirve para esquivar hasta 38.000 años de prisión.
Así era la Carmen Toro descrita ante el tribunal por su abogada, Mónica Peña. La misma Carmen Toro que ayer escuchaba impasible describir sus desgracias y que hace tres años, cuando sólo tenía 23, se sentó en el regazo de Emilio Suárez Trashorras y le dijo aquello de «cari, cuéntaselo todo, pero a mí déjame fuera».
Para su defensa, sólo se trata de una frase «rimbombante» que sirve para mostrar la «candidez» de Carmen Toro y la tranquilidad con la que sólo puede hablar en presencia de dos policías -los que acabaron deteniendo a Trashorras- «quien no tiene nada que esconder».
Eso hizo ayer la acusada por boca de su representante: quedarse fuera de las actividades de su ex marido, que tampoco salió bien parado en las descripciones: un enfermo mental que desconfía de los demás y que deja a su mujer al margen de aspectos esenciales de su vida.
«Su desconocimiento de la vida de Emilio es general», y de la misma forma que «nunca hubiera aprobado» que visitase ciertos locales nocturnos, tampoco hubiera aceptado que vendiera explosivos. Mantener lo contrario ha sido, según su abogada, «un ensañamiento injustificado» con Carmen Toro. Tal vez, sugirió, por ser «la única mujer en el banquillo».
Lo cierto es que el grado de implicación de Carmen Toro en la trama asturiana ha provocado discrepancias abismales. Las acusaciones solicitan condenas que oscilan entre los cuatro años por tráfico de explosivos y los casi 40.000 que supone considerarla cooperadora necesaria en los atentados.
Pieza «imprescindible»
Tampoco el juez Juan del Olmo y la fiscal Olga Sánchez se alinearon milimétricamente con los informes policiales que recibieron durante la instrucción. Éstos la calificaban de pieza «imprescindible» en el entramado de Trashorras, pero el Ministerio Fiscal renunció a solicitar su ingreso en prisión junto a su hermano y su marido.
Finalmente, la rotundidad de las Fuerzas de Seguridad durante el juicio ha convencido al Ministerio Público de que Carmen pintaba algo más de lo que en un principio había calculado: a los cuatro años que pedía por tráfico de explosivos suma ahora otros dos por asociación ilícita.
Para obtener la absolución, la alegada ignorancia de Carmen Toro tenía que superar algunos obstáculos. Entre ellos, su presencia en la fatídica reunión en un McDonald's de Carabanchel en la que supuestamente se negoció la entrega de explosivos a Jamal Ahmidan, El Chino. Su abogada insistió en que todos los asistentes -con excepción de Zouhier- indicaron que ella se sentó en una mesa aparte y no participó en la conversación entre Trashorras y Jamal Ahmidan. Se trata «de un ejemplo de la docilidad con la que Carmen asume su papel de no participar en determinadas facetas de la vida de su marido, algo que además ella no quiere», dijo.
En febrero de 2004 llega otro episodio clave. El ya matrimonio Trashorras-Toro pasa por la casa de Morata de regreso de su luna de miel en Canarias. «A Carmen no le apetecía», explicó ayer su letrada; «de nuevo se limita a adaptarse a los planes de Emilio».
Sin embargo, ese día pasó algo que no encaja en un perfil sumiso y relegado. Carmen Toro acabó discutiendo ni más ni menos que con El Chino. Ambos se enfrentaron cuando el líder de la célula, a sólo un mes de los atentados, defendió los atentados del 11-S. Ella, en cambio, tuvo la «valentía» de defender el derecho a la vida de las víctimas.
Al margen de los encuentros, quedaban por aclarar las llamadas a terroristas hechas desde un teléfono móvil que estaba a su nombre. Era, según su defensa, un móvil que actuaba como teléfono familiar, que se quedaba en casa cuando ella iba al trabajo y que su marido empleaba cuando le venía en gana. Es decir, las llamadas a El Chino son de Emilio. Ella quedó «al margen de toda actividad» de su marido, dijo, citando al inspector de Estupefacientes de Avilés Manuel García Rodríguez, del que Trashorras era confidente.
La conclusión propuesta por la defensa al tribunal es que Carmen Toro ha sido acusada «únicamente por ser la mujer de Emilio Suárez Trashorras».
ARGUMENTOS DE SU DEFENSA
«Su desconocimiento de la vida de Emilio era total». «Nunca hubiera aprobado» que visitase ciertos locales nocturnos ni que vendiera explosivos.
Todos los asistentes a la reunión del McDonald's de Carabanchel ratificaron que ella se sentó aparte. «Un ejemplo de la docilidad con la que Carmen asume su papel de no participar en determinadas facetas de la vida de su marido».
El teléfono móvil que estaba a su nombre y del que constan llamadas a Jamal Ahmidan 'El Chino' era, en realidad, un teléfono familiar que su marido empleaba cuando quería. Los contactos con el islamista son, pues, de Emilio.
Carmen Toro descarga la responsabilidad en Trashorras y asegura que ella estaba «al margen»
MANUEL MARRACO
Siete defensas, siete, expusieron ayer su informe final al tribunal. La de Carmen Toro la presentó como una joven inmadura y engañada por su marido, el ex minero Emilio Suárez Trashorras. La de Otman Gnaoui apuntó, como habían hecho algunas acusaciones, a otros autores y a una instrucción orientada a ocultarlos.
MADRID.- Pasar por inmadura, débil de carácter, de expresión confusa y engañada por su marido, y airearlo además en un juicio televisado no es nada si sirve para esquivar hasta 38.000 años de prisión.
Así era la Carmen Toro descrita ante el tribunal por su abogada, Mónica Peña. La misma Carmen Toro que ayer escuchaba impasible describir sus desgracias y que hace tres años, cuando sólo tenía 23, se sentó en el regazo de Emilio Suárez Trashorras y le dijo aquello de «cari, cuéntaselo todo, pero a mí déjame fuera».
Para su defensa, sólo se trata de una frase «rimbombante» que sirve para mostrar la «candidez» de Carmen Toro y la tranquilidad con la que sólo puede hablar en presencia de dos policías -los que acabaron deteniendo a Trashorras- «quien no tiene nada que esconder».
Eso hizo ayer la acusada por boca de su representante: quedarse fuera de las actividades de su ex marido, que tampoco salió bien parado en las descripciones: un enfermo mental que desconfía de los demás y que deja a su mujer al margen de aspectos esenciales de su vida.
«Su desconocimiento de la vida de Emilio es general», y de la misma forma que «nunca hubiera aprobado» que visitase ciertos locales nocturnos, tampoco hubiera aceptado que vendiera explosivos. Mantener lo contrario ha sido, según su abogada, «un ensañamiento injustificado» con Carmen Toro. Tal vez, sugirió, por ser «la única mujer en el banquillo».
Lo cierto es que el grado de implicación de Carmen Toro en la trama asturiana ha provocado discrepancias abismales. Las acusaciones solicitan condenas que oscilan entre los cuatro años por tráfico de explosivos y los casi 40.000 que supone considerarla cooperadora necesaria en los atentados.
Pieza «imprescindible»
Tampoco el juez Juan del Olmo y la fiscal Olga Sánchez se alinearon milimétricamente con los informes policiales que recibieron durante la instrucción. Éstos la calificaban de pieza «imprescindible» en el entramado de Trashorras, pero el Ministerio Fiscal renunció a solicitar su ingreso en prisión junto a su hermano y su marido.
Finalmente, la rotundidad de las Fuerzas de Seguridad durante el juicio ha convencido al Ministerio Público de que Carmen pintaba algo más de lo que en un principio había calculado: a los cuatro años que pedía por tráfico de explosivos suma ahora otros dos por asociación ilícita.
Para obtener la absolución, la alegada ignorancia de Carmen Toro tenía que superar algunos obstáculos. Entre ellos, su presencia en la fatídica reunión en un McDonald's de Carabanchel en la que supuestamente se negoció la entrega de explosivos a Jamal Ahmidan, El Chino. Su abogada insistió en que todos los asistentes -con excepción de Zouhier- indicaron que ella se sentó en una mesa aparte y no participó en la conversación entre Trashorras y Jamal Ahmidan. Se trata «de un ejemplo de la docilidad con la que Carmen asume su papel de no participar en determinadas facetas de la vida de su marido, algo que además ella no quiere», dijo.
En febrero de 2004 llega otro episodio clave. El ya matrimonio Trashorras-Toro pasa por la casa de Morata de regreso de su luna de miel en Canarias. «A Carmen no le apetecía», explicó ayer su letrada; «de nuevo se limita a adaptarse a los planes de Emilio».
Sin embargo, ese día pasó algo que no encaja en un perfil sumiso y relegado. Carmen Toro acabó discutiendo ni más ni menos que con El Chino. Ambos se enfrentaron cuando el líder de la célula, a sólo un mes de los atentados, defendió los atentados del 11-S. Ella, en cambio, tuvo la «valentía» de defender el derecho a la vida de las víctimas.
Al margen de los encuentros, quedaban por aclarar las llamadas a terroristas hechas desde un teléfono móvil que estaba a su nombre. Era, según su defensa, un móvil que actuaba como teléfono familiar, que se quedaba en casa cuando ella iba al trabajo y que su marido empleaba cuando le venía en gana. Es decir, las llamadas a El Chino son de Emilio. Ella quedó «al margen de toda actividad» de su marido, dijo, citando al inspector de Estupefacientes de Avilés Manuel García Rodríguez, del que Trashorras era confidente.
La conclusión propuesta por la defensa al tribunal es que Carmen Toro ha sido acusada «únicamente por ser la mujer de Emilio Suárez Trashorras».
ARGUMENTOS DE SU DEFENSA
«Su desconocimiento de la vida de Emilio era total». «Nunca hubiera aprobado» que visitase ciertos locales nocturnos ni que vendiera explosivos.
Todos los asistentes a la reunión del McDonald's de Carabanchel ratificaron que ella se sentó aparte. «Un ejemplo de la docilidad con la que Carmen asume su papel de no participar en determinadas facetas de la vida de su marido».
El teléfono móvil que estaba a su nombre y del que constan llamadas a Jamal Ahmidan 'El Chino' era, en realidad, un teléfono familiar que su marido empleaba cuando quería. Los contactos con el islamista son, pues, de Emilio.
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