jueves, 28 de junio de 2007

La ingenua y el clavo largo




A SANGRE FRIA
 
La ingenua y el clavo largo
 
DAVID GISTAU

Con sus camisetas de Versace y Hugo Boss, algunos acusados parecían ayer haberse alistado para salir hacia Ibiza en cuanto concluya la vista oral. Como si pudieran compartir los planes para el veraneo que, inminente el final del proceso, llenaban las conversaciones de los corrillos durante el receso. Ya se han sosegado las tensiones, incluso las impuestas por el fiscal Zaragoza cuando azuzó a las partes para que se cruzaran el rostro con el guantelete del desafío. Y ahora lo que importa es encontrar la playa bajo los adoquines de la Casa de Campo. Tanto es así, que los alegatos de la sesión de ayer concernientes a personajes menores de la causa fueron seguidos con menos atención de la que merece La Bamba cuando suena en el hilo musical de un ascensor. Personajes como El Akil, alias Panchito, un camello de poca monta al que 'El Chino' arrastró hasta la implicación más o menos involuntaria con el yihadismo.

Los abogados defensores han ensayado diversos modos de victimizar a sus clientes, entre los cuales la supuesta indefensión procesal es el más recurrente. La defensora de Carmen Toro, Mónica Peña, hizo una aportación a esta táctica al sugerir que la imputación de la chica del gángster y su consagración como malvada de serie B por parte de la Fiscalía, no se debía sino a los prejuicios machistas. Fue un intento algo burdo de incomodar conciencias recurriendo a los tópicos de la corrección política, igual que cuando se han atribuido otras acusaciones al racismo: en esto abundó la letrada Isabel García cuando dijo que también ella, como Bouharrat, frecuentaba en Lavapiés los lugares vinculados a El Chino. Y que si él estaba procesado y ella no, era tan sólo por la diferencia de raza. Por otra parte, la defensora de Carmen Toro sugirió que ésta es una persona incapaz de hilvanar una frase completa, que ignoraba el reverso tenebroso de Trashorras -¿tiene otro?- y que acaso creía que su marido dedicaba sus ausencias a visitar museos en vez de puticlubs. Ya lo había intentado Turiel con la enfermedad mental. Pero ésta fue primera vez que un letrado propuso la estupidez como eximente. Según la abogado, incluso de la frase que soltó delante de la Policía -«Cari, cuéntalo todo, pero a mí déjame fuera»- no habría que deducir que Toro es culpable, sino que es tonta. O «ingenua». El tribunal decidirá si se puede ser tonto y culpable al mismo tiempo.

En cuanto a Otman Gnaoui, su defensora, Beatriz Bernal, utilizó el recurso de las «amistades peligrosas» y de la mala suerte de haber estado en el peor momento en lugares tan inadecuados como la finca de Morata. Lo que cabe preguntarse es si también fue por mala suerte por lo que Gnaoui recibiera una llamada de El Chino pidiéndole que acudiera a Burgos para escoltar el transporte de explosivos sin olvidarse de llevar «el clavo largo», eufemismo utilizado para el fusil Sterling. Había cierta curiosidad por comprobar qué alegaba el abogado de Bouchar para ayudar a un acusado contra el cual hay evidencias escandalosas de su presencia en Leganés. Solventó el trámite con un informe breve y desganado, basado en la negación sin argumentos, que casi delató que lo da por perdido.


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