EL BLOC DE
Zouhier en su laberinto
Luis del Pino
El farsante. Ayer presentó su alegato Antonio Alberca, el abogado de Rafá Zouhier, que se ha quejado de que la Fiscalía pida casi 40.000 años de cárcel para su cliente. Yo he de confesar que me parecen pocos. Por supuesto que estoy convencido de que Rafá Zouhier no tiene nada que ver con las explosiones de los trenes, pero también lo estoy de que este marroquí, antiguo colaborador de nuestros servicios del Estado, ha participado desde el principio, voluntaria y conscientemente, en la creación de esa mentira oficial con la que se ha querido tapar a los verdaderos autores de la matanza. Si algo llama la atención en la historia de Zouhier es la forma en que entra en escena: al día siguiente de los atentados, un juzgado de Alcalá que investiga un asunto de drogas interviene, a solicitud de la Udyco, el teléfono de Zouhier. Gracias a esa intervención «casual» efectuada el 12-M, el día 16 de marzo la Policía graba «casualmente» una conversación entre Zouhier y su controlador Víctor, de la UCO, en la que Zouhier habla de una forma bastante elíptica de los marroquíes y los asturianos. Tal vez haya alguien que se crea que esa casual intervención telefónica es posible. Yo no. No me creo que la Policía de Alcalá de Henares estuviera el 12-M para nada, excepto para la investigación de los atentados. No me creo que esa rápida salida a escena de la UCO del coronel Hernando responda a otra cosa que al deseo de centrar nuestra atención en un apetitoso cebo con el que alejar nuestra vista de los verdaderos responsables y hacernos mirar hacia Asturias. Resulta curioso que Zouhier, al igual que Trashorras en su primera declaración policial, no fuera capaz, en esas conversaciones interceptadas, de mencionar ni el apellido (Ahmidan) ni el apodo (El Chino) de ese culpable oficial al que, más tarde, dicen conocer tan profundamente. Zouhier no ha hecho otra cosa dentro del sumario del 11-M que decir lo que le han dicho que diga, que marear al juez Del Olmo con historias cada vez más demenciales, que ir avalando con sus teatrales declaraciones las sucesivas mutaciones de la versión oficial. Zouhier no ha hecho más que repetir la jugada que, ya anteriormente, efectuó para nuestros servicios del Estado: ingresar voluntariamente en la cárcel como infiltrado de una trama y prestar con ello un servicio a quien le paga. Si algo demostró Zouhier con su declaración ante el tribunal es que se trata de alguien sumamente inteligente. Y si algo ha puesto de manifiesto su actitud durante el juicio es que es un actor consumado. No sé qué cobrará cuando salga de prisión, pero, desde luego, su contribución a la ocultación de los verdaderos autores del 11-M es impagable.
Zouhier en su laberinto
Luis del Pino
El farsante. Ayer presentó su alegato Antonio Alberca, el abogado de Rafá Zouhier, que se ha quejado de que la Fiscalía pida casi 40.000 años de cárcel para su cliente. Yo he de confesar que me parecen pocos. Por supuesto que estoy convencido de que Rafá Zouhier no tiene nada que ver con las explosiones de los trenes, pero también lo estoy de que este marroquí, antiguo colaborador de nuestros servicios del Estado, ha participado desde el principio, voluntaria y conscientemente, en la creación de esa mentira oficial con la que se ha querido tapar a los verdaderos autores de la matanza. Si algo llama la atención en la historia de Zouhier es la forma en que entra en escena: al día siguiente de los atentados, un juzgado de Alcalá que investiga un asunto de drogas interviene, a solicitud de la Udyco, el teléfono de Zouhier. Gracias a esa intervención «casual» efectuada el 12-M, el día 16 de marzo la Policía graba «casualmente» una conversación entre Zouhier y su controlador Víctor, de la UCO, en la que Zouhier habla de una forma bastante elíptica de los marroquíes y los asturianos. Tal vez haya alguien que se crea que esa casual intervención telefónica es posible. Yo no. No me creo que la Policía de Alcalá de Henares estuviera el 12-M para nada, excepto para la investigación de los atentados. No me creo que esa rápida salida a escena de la UCO del coronel Hernando responda a otra cosa que al deseo de centrar nuestra atención en un apetitoso cebo con el que alejar nuestra vista de los verdaderos responsables y hacernos mirar hacia Asturias. Resulta curioso que Zouhier, al igual que Trashorras en su primera declaración policial, no fuera capaz, en esas conversaciones interceptadas, de mencionar ni el apellido (Ahmidan) ni el apodo (El Chino) de ese culpable oficial al que, más tarde, dicen conocer tan profundamente. Zouhier no ha hecho otra cosa dentro del sumario del 11-M que decir lo que le han dicho que diga, que marear al juez Del Olmo con historias cada vez más demenciales, que ir avalando con sus teatrales declaraciones las sucesivas mutaciones de la versión oficial. Zouhier no ha hecho más que repetir la jugada que, ya anteriormente, efectuó para nuestros servicios del Estado: ingresar voluntariamente en la cárcel como infiltrado de una trama y prestar con ello un servicio a quien le paga. Si algo demostró Zouhier con su declaración ante el tribunal es que se trata de alguien sumamente inteligente. Y si algo ha puesto de manifiesto su actitud durante el juicio es que es un actor consumado. No sé qué cobrará cuando salga de prisión, pero, desde luego, su contribución a la ocultación de los verdaderos autores del 11-M es impagable.
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